sábado, febrero 07, 2015

Aún tengo mucho que aprender



Hay algo que el tiempo…
con sus años nunca me ha enseñado,
pues sin pensarlo ni quererlo, me sigo enamorando.
¿A quién culpar?
¿A la razón o al corazón?

¿Qué tiene o quiere la mente?
¿Qué pretende ese músculo en el pecho?
Imposible saberlo, si el corazón  solamente es una bomba
y la mente es un complejo inexplicable de razones sin razón.
Ninguno puede incidir en los dictados sensoriales y ancestrales,
que marcan el ritmo, los compases, los deseos y los absurdos del amor.

El amor está en el aire, en una mirada o en simplemente una palabra.
Está en el aroma de una flor y en el olor que brota por los poros de una piel.
Está en los caminos, en los cuadernos, está en las palabras que se escriben
con pluma de hombre o de mujer y tinta destilada de una coincidencia.
Está donde no se busca ni se espera porque solo es un capricho del trayecto.

Me doy cuenta que el tiempo de mis años ha sido mezquino en su enseñanza.
Quizás ha dejado que yo aprenda a través de los inviernos y los baches del camino,
a no buscar en espacios elegidos, puede estar en cualquier lugar insospechado.
Puede estar en la vereda del frente o en un extremo de otro continente,
en el asiento vecino del tren del destino, o escondido entre las letras de un poema.

Pero con esto, aquello y con todo, sabiendo o aprendiendo, me sigo enamorando.

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