se pierde la
noción del tiempo,
se enreda el pelo
en dedos inquietos
y se ven los
sueños en el humo del tabaco.
Las palabras
ajenas solo son murmullos
y las propias,
truenos que trizan silencios.
La lluvia no
moja, sólo humedece las rosas del alma
y la voz en los
parlantes son los gritos de un sargento.
El café embriaga
el cerebro y nubla el reloj,
las horas son
pasos de un gigante con muletas
y los minutos una
horda de hormigas intrusas
que devoran el
azúcar del pastel de cumpleaños.
La luz eléctrica
rasga la penumbra con magenta,
que succiona del
artefacto que imprime los recuerdos
enredados en las líneas del cuaderno azul y sucio,
que se esconde
camuflado bajo las letras del teclado.
El largo camino recorrido se hace un ovillo de
cansancio
que busca el
sueño escondido entre sábanas blancas,
mientras las
ultimas estrofas escritas con dolor
se transforman en
dardos que hieren con rabia, la razón.
El silencio de la
noche es música estridente y lacerante,
que por momentos
se transforma en arrullos olvidados.
Y la luna
intrusa, en la ventana con vidrios de papel,
dibuja un
pañuelo que se pierde en la sombra de un
adiós.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario